La Corte Constitucional advierte que la libertad de expresión no respalda las expresiones que inciten violencia en contra de un individuo o un grupo de personas. Nuestra Constitución establece esta libertad de expresión como un derecho que tienen las personas para difundir su pensamiento, opiniones, informaciones e ideas a través de diferentes medios, pero al mismo tiempo determina que esa información tiene sus límites cuando esta falta al respeto, cuando ofende el fuero interno del otro o sus convicciones más profundas.
Dentro del ejercicio de la comunicación, me pregunto si, ¿La ética periodística depende de la persona o del hecho en sí mismo; cubre toda una población o solo a quienes pertenecen a una institución determinada? Me pregunto ¿Si la ética periodística debe ser objetiva o depende del sujeto; debe respetar la individualidad o solo al servidor público?
¿Hablar de libertad de expresión supone tolerancia ilimitada, inmune a cualquier restricción, por parte del tercer poder? ¿Restricción sin límites donde todo vale, incluso faltar al respeto y ofender con obsesión a quienes opinan, o tienen otros criterios? ¿Qué hacer cuando no hay transparencia y veracidad en la información, ofrecida a unos usuarios y consumidores poco críticos, con unos contenidos falseados, con sesgos, donde se resalta el morbo, se incentiva la violencia y se banaliza la vida social?¿Qué hacer en un contexto como el que vivimos hoy, frente a algunos medios de comunicación amarillistas y sensacionalistas?
En algunos sectores se mira al comunicador con cierto recelo, como un enemigo al que hay que tener como amigo; se le mira con prevención por sentirse algunos, como dioses y jueces dueños de la información. Para algunos es un oficio temerario y lucrativo, donde la información es el arma para extorsionar a quienes no están dispuestos a ofrecer dadivas. Una información en algunos casos, poco objetiva, que no presenta la verdad, donde se busca el galardón del propio ego y un rating que en últimas es lo que mueve esta gran empresa de la comunicación.
Nuestra Iglesia no ha sido ajena a una información soterrada y mal intencionada, donde se busca un bum de una noticia amarillista y sesgada, como la emisión de “Séptimo Día” en la serie “Secretos bajo Sotanas” donde no hubo una investigación seria y objetiva. Una institución que como no tiene servidores públicos, que coloquen un precedente, queda en desventaja ante el tercer poder.
Padre pacho